martes, mayo 17, 2011

Regalo


Cuando mi mamá me preguntó a principios de año, "qué hago con esto?" yo le dije, "guardémoslo". La ubiqué en un lugar especial, para poder observarla durante horas mientras seguía en el trámite de sacar juguetes rotos, ropa vieja y papeles inservibles que había q botar.

No podía evitar sentir infinita ternura por ese regalo. Había llegado a mi vida acompañada de lo que yo pensaba sería mi gran historia de amor construido sobre ternura, comprensión, amistad y compañía, todas esa cosas tan esquivas y tan difíciles de encontrar en una persona. Yo estuve tan dispuesta a dar esa pelea, a pesar de que me jugaba en contra el haber encontrado ya a alguien en quien yo podía ver el reflejo de mi alma en su mirada. Pero esa historia no prosperó porque la belleza y la pasión no bastaron para construir lo que yo más quería: una familia. Éramos un par de ensoñados, que veíamos cómo la vida nos arrastraba y hacía girar en la centrífuga del mundo adulto, de los trabajos, de las responsabilidades. Los sueños nos jugaron en contra, aunq después de muchos años entenderíamos que aunq esta vida no estaba hecha para nuestra historia, estábamos atados por un lazo invencible y nos perteneceríamos eternamente.

Lo he dicho otras veces, vi a alguien que sólo yo quise ver. Vi más allá de una enorme nariz y unas piernas desviadas, de una falta total de entendimiento de la inmensidad de mi locura y del desmayo de mis ilusiones, carente de carácter... pero [yo imaginaba] dulce e infinitamente capaz de amar y cuidar a la familia que lo acogió y que creó toda una realidad para él.

Y si bien ya dejó de doler y el mundo abrió para mí no sólo otra ventana, sino además una puerta y me devolvió de la mano a mi pasado que llegó en forma de besos atropellados en un estacionamiento capitalino, no puedo dejar de verbalizar el sentimiento de pequeñez q viene a mi corazón al ver que ese objeto, ese regalo que pensé atesorar para un día entregarlo a mi pequeña razón, y contarle esa historia de belleza que la trajo a la vida, hoy no debería valer nada.

Pensé quemarlo, enterrarlo en el fondo del patio, dejarlo secar sobre el techo, castigarlo y así castigar el sentimiento tonto, mi tontera, al creer. Luego, pensé q lo mejor era dejarlo donde está, como un testigo silente de una vulgaridad, de una perversidad, de una mente enferma y retorcida, q no tuvo compasión alguna con ninguno de nosotros que lo amamos, cuidamos e hicimos parte sin pedir nada a cambio más q compromiso.


Hoy, una copia de ese objeto y una copia de guión de teatro se presentan a la vista de un ser inanimado, incapaz de crear un mundo más allá de esa nariz enorme y esas piernas desviadas. Que entrega como consuelo un par de palabras vacías sobre amistad, q podría dárselas a cualquiera, igual q el regalo q presume haber recibido. Por supuesto ese inútil acto es más provechoso para obtener invitaciones, más regalos, más dinero, sin hacer ni el más mínimo esfuerzo q supone la entrega. Buenísimo negocio, invierto poco, más bien nada, y gano todo.

Con el tiempo, pienso transformar ese regalo en una esperanza. Esperanza de que todo tendrá una recompensa, que ese mismo tiempo será capaz de borrar todo lo malo y dejar sólo lo bueno, aunq lo bueno y honesto haya venido solo de mí. Y mientras, este camino se desprende de un pasado imposible, de tanto tiempo perdido, y pronto olvidaremos incluso q existe, q esa nariz y esas piernas desviadas nunca estuvieron en nuestras vidas, y que la belleza apareció solamente por la intensidad de mi amor, y nos preparamos para otra realidad donde no quepan las pequeñeces que hacen ruido en nuestro pequeño mundo.